El otro interés de Pisac es el propio pueblo. Atrapado entre las dos altas montañas, en el fondo del valle donde se cultiva el maíz, Pisac es un pequeño y tranquilo pueblo donde el turismo ha tomado una importancia significativa. Es en los domingos cuando el rostro tradicional de Pisac es más visible: después de la misa (¡dicho en quechua!), los habitantes salen de la iglesia y cruzan el pueblo con sus ropas y tocados tradicionales, soplando en sus pututus, estas conchas que hacen el efecto de un cuerno tirolés. El mercado dominical es rico en productos locales: patatas, maíz, pero también fruta, verduras, pan y zumo de fruta. El resto del tiempo, es un mercado más bien turístico, pero tiene su propio encanto, lleno de colores y sabores típicos. En este contexto, hemos visto la aparición de un horno de empanadas (estos bocadillos rellenos de carne y verduras): cocinados en un horno de leña más tradicional, colonial, es una atracción en sí misma, y el sabor y los sabores de las empanadas son probablemente los más auténticos que se pueden encontrar en el Perú.